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1. Aquel instante en que Ricardo Zacarías (en adelante RZ) se convierte en su propia fuente, derramándose sobre la dimensión de un plano más cercano, es el opuesto intercambiable del bucle radial que hace que los protagonistas de Alps orbiten alrededor de pivotes de carne y hueso, como moscas, como bebés hambrientos.
2. En La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías (en adelante 9RZ) se relata el camino de una hormiga en una espiral de puro Blake, un espasmo sobre azúcar refinado manchado de sangre, en la oscuridad de las notas de una Barcelona que abre su útero a la luminiscencia de la Nueva York sangrante, otro intercambio, otro paralelo, con un RZ transitando entre ambas, con un juego de notas, hermoso, descorazonador por múltiple, engreído y sutil. Un susurro en la oreja en el punto álgido de tu concentración, oh lector, que te empeñas en dibujar un círculo de sal frente a tanta posibilidad inmisericorde.
3. Una esperanza está enmarcada en el trazado móvil de una existencia, sea cuál sea su piel, el color o las marcas de los labios. En Alps encontraremos que llaman a la puerta, donde una mano desconocida acaricia al ese ser humano, padre, madre, amigo, que se duele del mármol de la pérdida. Al que no quiere esperar la claudicación del tiempo. Una propuesta indecente que acumula riesgos: el fantasma es incompatible con la vida. Una existencia tangencial no puede acabar en sombra completa, sino en punto que se marcha, evidenciando el rastro. Aunque a otros les consuela, el protofantasma necesita más: jerarquía, identidad, decisión o cuidado.
4. RZ intenta consolar una rama de sí, como un perro que se mordiera un ramo de múltiples colas. Es imposible, por la veladura misma de la existencia. Sin embargo, tal como lo muestra el múltiple autor, genera chispazos de encuentros, material que se escapa de las costuras del engendro infernal que es la existencia, en boca del panóptico.
5. La existencia, la necesidad del establecimiento de la base. Caídos los puntos fijos, los sólidos que tranquilizan las acometidas de lo insoportablemente real de lo cotidiano, no queda más que probar otra alternativa. Sin embargo, no cerrar las puertas hace que, en el invierno de la ciudad bajo la piel, entre el frío más absoluto. Las cadenas de montañas pueden ser sustituidas por otras, pero como palabra, nunca como tránsito. Los Alpes no pueden ser sustituidos por sí mismos.
6. Intenta encontrar un sólo instante de paz. Cuanto más sabes, menos se soporta. Cuanto menos se soporta, más clara es la dependencia acerca de ese más allá que genera el rumor. La humanidad no contestada, sometida así misma en una nota al pie recursiva, como reservorio de humanidad es, a todas luces, insoportable. La mejor manera es escapar hacia dentro. Implosionar. La mejor manera es ser espectador, jugar a construir el autómata desde bien lejos.
7. Alps: Déjame entrar. Puedo ser alguien. Soy lo que tú mandes.
Canino: No quiero salir. No sé que soy. Soy un perro. Soy lo que tú mandes.
8. Estás enamorado de lo que perdiste, Ricardo. De ti mismo, en cada viaje. En cada encuentro, aún más dilatado el borde. La arruga infinita. El abismo. El infierno. Ojalá. En realidad, es el purgatorio, tal y como te advirtió el otro Zacarías, el primero.
9. El olvido es el infierno. Enfermera. No puedes cuidar de ti. Estás en el grupo, los Alpes menores, pero eso tampoco es la solución.
10. FINAL:
Sobre La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías: excelente edición de Aristas Martínez ilustrada por Javier Jubera. Puede olerse y tocarse. Puede jugarse. Es un constructo, reconstructor. Acepten el reto. Se adquiere aquí
Sobre Alps: la neutralidad del fantasma en el color y la forma. En los planos, sujetos por los silencios y la incomunicación. Soportar el ridículo del ser humano es una marca de género de Yorgos Lanthimos. Imprescindible.
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