A raíz de la polémica suscitada entre los círculos profesionales de Arteterapia después de que el diario El Periódico decidiese regalar un libro de «Arteterapia» creo interesante dar nuestro punto de vista como profesionales acerca de lo que es y no es Arteterapia. Ni que decir tiene que desde ya podemos afirmar de manera tajante, como la mayoría de colegas de profesión han manifestado, que este libro no es, ni por asomo, Arteterapia. No es más que un libro para colorear. Igual que leer a Coelho no es una terapia psicológica. En ambos casos podrá ser una ayuda para alguien, nadie afirma lo contrario. Pero no será una terapia, ya que, tal y como la entendemos, la terapia, el Arteterapia, es una transacción contingente a cuatro: la persona, el/la arteterapeuta, el proceso creativo particular y el espacio arteterapéutico.
1. SOBRE LA RELAJACIÓN (O LA FELICIDAD).
El arteterapia es un espacio de trabajo en el que alguien busca ayuda y se dispone a realizar un proceso para encontrarla. Eso, muchas veces es lo más alejado de una sensación de bienestar o de relax que podamos encontrar. De hecho, es una de las principales causas de abandono de un proceso terapéutico: por ambas partes, ser capaces de sostener el malestar de lo que puede salir ahí no es tarea fácil. Si el Arteterapia es una terapia como las demás, ¿por qué ese empeño de algunos profesionales en buscar el divertimento, el relax o la desconexión en las personas que realizan un proceso creativo? ¿No sería más útil trabajar con lo que suceda, que tanto puede ser algo relajante como algo incómodo?
Por otro lado, otro de los mitos del Arteterapia es su relación con el bienestar o la felicidad. El arte (especialmente el que surge en un contexto terapéutico) no es per se una actividad placentera. Puede serlo. Pero no lo es, necesariamente. No se puede pretender la felicidad de quien viene a buscar ayuda contra su malestar. ¿Suena mal? ¿Acaso no buscamos eso quienes trabajamos en terapia, la felicidad de las personas? Pues digamos que no, o al menos, no a costa de la subjetividad de nadie. La felicidad muchas veces es una trampa en la que caemos como pacientes o como terapeutas, y su búsqueda, su metódica imposición, puede hacer que las cosas parezcan mejores o peores de lo que podrían ser. Quizá es más interesante encontrar la felicidad por el camino, no buscarla.
2. SOBRE LA INTERPRETACIÓN.
Toda producción en un contexto terapéutico tiene un significado personal y, por tanto, es intransferible. Será la búsqueda de sentido propio lo que se acompaña en Arteterapia, no la interposición de un significado por parte del terapeuta. Esto no es, ni más ni menos, que un acto de autonomía de la persona que acude a terapia. Lo contrario, es una apropiación indebida de los significados de la persona. Por supuesto, habrá corrientes arteterapéuticas que rebatan este punto. Desde mi punto de vista, por mucho que, por ejemplo, el sol pueda ser un símbolo universal de masculinidad, nunca podré conocer cómo se articula ese significado en la narración vital de la persona a la que atiendo. En todo caso, podré asistir a/en un proceso en el que la persona le adjudique un lugar. Son cosas muy diferentes.
3. SOBRE LA EXPOSICIÓN.
Las producciones dentro del espacio arteterapéutico no pueden ser expuestas así como así. Hay un empeño generalizado en hacer exposiciones de Arteterapia como medio de difusión de la disciplina porque, ¿vamos a negarlo? quedan muy bien, hablan de resultados, de superaciones y hay mucho color y mucha expresión y todo eso… Por supuesto, pero habrá que andar con mucho cuidado, y todo deberá ser pactado previamente con las personas que se convierten en dueñas de facto de aquello que producen. De lo contrario, bajo una supuesta actividad de difusión estaríamos reclamando una sucinta actividad de apropiación. Aunque los fines sean loables, no debemos olvidar la lealtad hacia el proceso creativo y, sobre todo, la persona que se convierte en creadora. ¿Alguien imagina una exposición con cartelería que recogiese con nombre y apellidos los comentarios privados de alguien en una terapia hablada? Difícil. ¿Dónde queda la intimidad, la confidencialidad, el cuidado? Entonces, ¿por qué hacerlo con lo construido en el espacio arteterapéutico? Aunque esté más velado -en ocasiones- que lo que se dice, ¿acaso no merece el mismo respeto?
De este modo, un Arteterapia respetuosa pactaría con la persona previamente el uso que se le va a dar a la producción. Esto inaugura dos líneas diferentes de producción, en la mayoría de los casos y, por tanto, la posibilidad de distintos resultados.
4. SOBRE LA DIRECCIÓN (Y EL OBJETIVO).
La persona dirige su proceso. Lo que puede (o debería) parecer una obviedad, no siempre es tan evidente. A veces, comentarios sobre la obra, sobre el proceso, sobre el significado o una insistencia peligrosa en «poner palabras» a lo que se hace, deriva en un -intencionado o no- proceso dirigido que, aunque pueda servir a la persona, no es lo que se persigue en Arteterapia. Aquí, la dirección es la dirección del deseo de la persona, y el Arteterapia, como mucho, puede aspirar a ser una superficie donde se inscribe ese deseo, conteniéndolo o visibilizándolo en alternativas simbólicas.
5. SOBRE LA CAPACIDAD.
El Arteterapia contempla un espacio de creación desde la capacidad de cada persona. No es ningún atrevimiento afirmar que todas las personas -sin excepción- tienen alguna capacidad útil para el concepto de arte que se maneja en Arteterapia. Esto también cuenta con respetar aquellas capacidades que, por la razón que sea, no se desean mostrar en algunos momentos. No siempre se está en la disposición adecuada para crear algo implicado en Arteterapia. En ocasiones habrá silencio o estereotipos creativos. También formarán parte del proceso. Son tan valiosos como la producción implicada e inédita misma.
6. SOBRE LA EDAD.
La edad no importa en Arteterapia. Y no es sólo una frase típica.
7. SOBRE EL RESPETO.
El respeto a la producción, a los materiales, a la persona, al espacio, al proceso, al acompañamiento, a la disciplina. Antes que hablar de otros términos más confusos, como el amor, la fascinación o la falsa idolatría, hablemos del puro, duro y difícil respeto. En Arteterapia, el respeto es la base de la intervención. Por eso, no se interpreta activamente desde la posición del terapeuta, por puro respeto al sujeto que tenemos delante. A su subjetividad. Y, por otro lado, se trabaja desde el respeto por las producciones que se generan y los materiales. El mayor homenaje a nuestra propia persona es el respeto por aquello que construimos con esfuerzo.
8. SOBRE EL PAGO.
Aunque a veces a las instituciones les cuesta entender esto, el Arteterapia es una disciplina tan respetable como cualquier otra. Con el mismo esfuerzo, dedicación y seriedad como para que sea gratificada dentro de una compensación lógica. A día de hoy sigue siendo complicado diferenciar lo artístico-social de lo altruista. Por otra parte, pagar es admitir un intercambio y otorgarle un valor. Porque el Arteterapia no es un libro de pinta y colorea, como decíamos al principio.
9. SOBRE EL TIEMPO.
El tiempo del proceso: un proceso creativo en Arteterapia lleva su tiempo. No es mucho, no es poco. Es su tiempo. Cada persona, cada relación terapéutica se establece de muchas maneras, y a cada una le corresponde un tiempo que se va construyendo durante el proceso.
El tiempo de la sesión: normalmente, una sesión se estipula entre una hora, hora y media o dos horas. Al menos, una vez por semana. Todos los tiempos son variables según la situación de cada persona, por supuesto, pero si hemos de marcar una media más o menos ideal, sería esa, ya que cuenta con una preparación, una inmersión y un cierre de lo que se ha desplegado.
¿Y cuando se acaba una terapia? Cuando merece la pena. Cuando la persona decide. Eso, se sabe.
10. SOBRE SER ARTISTA.
No es necesario ser artista. De hecho, no se pretende que la persona sea artista. Parece haber una gran confusión en la presencia de la palabra ARTE dentro de la definición de Arteterapia. Es como si en una terapia clásica hablada se persiguiera que la persona se convirtiese en oradora, politóloga o presentadora de televisión. Lo que se busca no es ser artista, sino desarrollar un proceso creativo mediante herramientas artísticas. Elegimos el arte como vehículo, no como objetivo final. No hay por qué «sacar al artista que se lleva dentro» como aseguran muchas publicidades de terapias artísticas, igual que no hay por qué sacar al «orador del senado romano» que se lleva dentro para hablar. Si luego la persona desarrolla una ocupación artística al margen del espacio arteterapéutico, siempre será un añadido que puede ser muy terapéutico, por supuesto, pero el objetivo no es crear art brut, ni novísimos artistas urbanos. Ni hacer del pequeño de la familia un artista por un rato para que luego, al volver del espacio terapéutico, se le deniegue esa posibilidad. Mejor llamarle a las cosas por su nombre. Así que nadie debería asustarse por pensar que en Arteterapia se tiene que ser artista, porque no se trata de eso ni mucho menos. Sólo se tiene que tener el deseo de iniciar un proceso con el que comprender el mundo para tener un lugar.
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«Pinta y colorea» no es Arteterapia