¿Qué es el Arteterapia? Algunos puntos para la reflexión (3ª parte)

Continuamos con la tercera parte de estas pequeñas reflexiones personales en torno a la definición misma del constructo teórico-práctico al que hoy en día nos referimos como Arteterapia. Si has llegado aquí en primer lugar, recuerda que este es el tercero de otros dos posts relacionados. Los puedes leer aquí (la primera parte) y aquí (la segunda). Si ya los leíste, gracias por continuar. Espero que te hayan sido de alguna utilidad.

Eye of silence - Ernst

16. SOBRE LA RESPONSABILIDAD.
La responsabilidad profesional con respecto al espacio, el respeto por los límites del propio marco físico donde se lleva a cabo la representación, el acto del proceso creativo.

La responsabilidad sobre el material, la calidad, la cualidad y cómo se ofrece.

La responsabilidad por cómo se establece la dirección del proceso. Saber renunciar a llevar a nadie a ningún lado. No somos conductores.
Caminamos en paralelo a la persona, pero nos movemos a través del dibujo que traza su aire. No es sólo poesía. O sí, es poesía, porque es una posición ética frente a un otro con el que nos hemos comprometido.

La responsabilidad en saber sostener esa seducción mutua, casi sensual, que deriva de la emergencia de la creación artística.

La responsabilidad de la persona sobre aquello que produce: un «hacerse cargo como sujeto».

La responsabilidad en la ausencia, la nuestra, la de la producción, la de la persona que no acude o aquella que no está. La responsabilidad de ser garantes de la calidad y cualidad del tiempo y el espacio que se emplea en el vínculo que se ha creado.

La responsabilidad en el cierre. Cuidar una semilla o un volcán.

17. SOBRE EL VOYEURISMO, LA DOMINACIÓN Y LOS JUICIOS DE VALOR.
Profesionales voyeur, dominantes y jueces. No gracias.

¿No conocéis alguno o alguna? ¿Nunca lo habéis sido? ¿En serio?

El problema no es haberlo sido alguna vez, el problema es no haberse dado cuenta de cuándo nos posicionamos en ese rol.

El tercer sector, el mundo asistencial, la psiquiatría, el constructo psi… es un campo fértil para los vicarios amantes de la tragedia humana, los salvadores del mundo y los policías del pensamiento (el uso del género masculino aquí es intencionado). Ya hay demasiados, ahorrémosles a nuestros clientes ese trago tan repetitivo, tan amargo. Tan egocéntrico. Si has venido aquí a mirar, a juzgar o a dar lecciones de hermano mayor, quizá el Arteterapia no es tu camino. O quizá es otra forma de entenderla. Si así es, defiéndela. Ya caerá por sí sola.

18. SOBRE LA PRESENCIA EN LAS INSTITUCIONES.
Conforme pasan los años voy entendiendo cómo el cambio de paradigma no es una chispa que corre a través de un cordel de algodón, sino una serie de cargas de profundidad apostadas en torno a un buque milenario. En ese sentido, nuestra responsabilidad en cuanto a la calidad de nuestro ejercicio individual como arteterapeutas, nuestra voluntad de acompañamiento, -no sólo a las personas que atendemos, sino también al propio transcurso del tiempo y lugar social-, tiene que ir acompañada de un trabajo contracorriente en el seno de aquellas instituciones donde se nos deja un mínimo espacio para desarrollarnos.

Es decir, es nuestro trabajo demostrar a la institución que somos una (relativamente) nueva intervención, que no somos una moda, que no somos meras vías de expresión, color y sonrisas, sino que tenemos un valor único, inédito e insustituible. Somos una herramienta y un medio valiosos porque colaboramos en la construcción de nuevas narrativas vitales para cada persona que comienza un proceso creativo. Aportamos una visión complementaria con el resto de figuras y roles presentes en las intervenciones y manejamos un plus de libertad y autogobierno a la persona atendida que no es fácil de conseguir desde otras disciplinas. Tenemos un valor por descubrir (¿acaso no lo será siempre? ¿No es ese «por descubrir» la base del Arteterapia?) que es perfectamente constatable.

Y no podemos esperar a que la institución venga a buscarnos, ya que aún no estamos dentro del paradigma de importancia social y, mucho menos, lo está nuestra sociedad próxima, la de nuestras comunidades, nuestros discursos cotidianos.

El futuro del Arteterapia se juega a grandes rasgos en lo que las instituciones entiendan que ofrecemos, no en lo que ellas deseen conseguir gracias a nuestra profesión.

19. SOBRE EL PAPEL SOCIAL DEL ARTETERAPIA.
Al hilo de lo comentado, desde mi punto de vista las y los arteterapeutas tenemos la responsabilidad social que hemos decidido adquirir en la elección del objeto y sujeto de nuestros trabajos, de nuestras intervenciones. Esa responsabilidad es, per se, ineludible, ya que concierne una interpretación particular a cada práctica sobre lo que es un ser humano que condicionará las futuras inscripciones de aquellas personas con las que hagamos intersección, estableciendo vínculos terapéuticos.

De esta manera, una, un arteterapeuta, es alguien que confía ciegamente en la capacidad de autoconstrucción de otro ser humano, parta de la situación que parta, tenga las capacidades que tenga. Pero insisto, esto no es simplemente un alegato humanista, es una consideración formal y ética acerca de cómo el arte, entendido desde esta nuestra arteterapia actual, es una prolongación correlativa al hecho de estar vivo aquí y ahora, con toda la contingencia de la persona que deviene objeto y sujeto de su propia creación.

20. SOBRE EL DISFRAZ Y LA PALABRA.
El Arteterapia, como toda terapia bien establecida, puede ayudar a una persona. De eso se trata, no en vano es una terapia. Quizá más adelante la conozcamos con otros nombres más adecuados, de hecho ya se hace. Quizá el corpus teórico vaya derivando a formas más concretas para la denominación del acompañamiento en el establecimiento de procesos terapéuticos bajo un marco referencial determinado. Por ahora digamos, aunque parezca una evidencia que es, potencialmente, una terapia.

Así que, como toda terapia y, en virtud de su propia significación para quien acude a ella, puede curar, puede no servir para nada y puede dañar. Y de hecho, este daño puede venir presentado en formas más sutiles que las terapias habladas. Pensemos que en lo hablado hay mucho de confrontación directa con las palabras (signifiquen lo que signifiquen, subjetivamente), de manera que hay una salida posible para la persona que puede representarse por un corte hablado. La palabra al rescate. La palabra como cobijo, estilete o salida de emergencia.

Pero en Arteterapia no sólo se pone en juego la palabra. De hecho, si hay proceso, nunca sólo la palabra. En paralelo, no como complemento, sino como fin mismo del dispositivo, surgirá una pléyade de representaciones formales plásticas, escritas, en acto performativo, en imagen fotografiada…

Estas representaciones formales que surgen, junto a la palabra, representaciones de un contenido inconsciente que deviene acto artístico en un marco terapéutico, sostienen simbólicamente a la persona. Son el resultado de una arqueología que alumbra un nacimiento. Y quizá sea el único sostén que tiene esa persona, su solidez, su relleno. Así, se puede afirmar que no estamos llamados a generar ninguna epifanía mediante ningún descubrimiento ni traducción de esas representaciones.

¿Qué sucedería si nos quitaran lo más valioso que tenemos? ¿Qué sucedería si, a partir de una mala praxis arteterapéutica, de una interpretación que toca hueso, nos despojaran de nuestra joya oculta? ¿Qué consecuencias tendría, en definitiva, que nos secuestraran nuestro disfraz? Las representaciones, las imágenes, las formas que nos representan en el acto creativo (esos actos atrevidos de sondeo y de arqueología del límite propios) son, simple y llanamente, sagradas. Hay que saber rodearlas, venerarlas, darles su lugar. Es tarea del Arteterapia la custodia del secreto. No se trata de destapar ningún monstruo frente a la luz, sino de ayudarle a cambiar de estancia. Desalojarlo, tal vez, de una habitación para poder vivir en ella o con él.

En todo caso, estamos llamados a ayudar al acto de evolución simbólica contenida de esas contingencias formales que emergen y dar el espacio a la persona que las hospeda para que las interprete, dándoles lugar.

bacon 21

21. SOBRE EL SILENCIO.
Y en relación al disfraz, el silencio. Como arteterapeutas estamos (o deberíamos estar) en un compromiso táctico, ético y definitivo con el silencio hablado, escrito, performado, de aquellas personas que acuden a buscar nuestro apoyo. El silencio es el último recurso de nuestra resistencia frente a este tecno-capitalismo en el que todo parece tener que ser desvelado, especialmente lo que se sale del orden establecido, sea este el que sea, esté impuesto por quien esté impuesto.

Esperemos a ese Bartleby y su «preferiría no hacerlo», porque estaremos frente a una declaración de intenciones lícita y orgullosa de estar viva. Acompañémosle y veamos si desea preferir y podemos servirle de alguna ayuda.


 

Imágenes: Eye of silence – Max Ernst, visto aquí ; Study for three heads – Francis Bacon, visto aquí;

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